¿Tiene cabida la psicoterapia en la sociedad actual?

 

En una época donde la tecnología nos permite tener todo al alcance de la mano en un segundo, las personas quieren que la psicoterapia proporcione un alivio inmediato a los síntomas, cuando muchas veces el camino es bastante más largo que lo esperado por el paciente –si se quiere abordar el problema de fondo con profundidad y responsabilidad.

 

Hoy en día, una búsqueda rápida en Internet fácilmente nos puede arrojar información sobre nuestros estados emocionales o supuestos “trastornos psicológicos”. Algunos recurren a libros de autoayuda, técnicas de relajación o tratamientos de belleza para sentirse mejor y estar con un ánimo positivo. Sin embargo, hay veces en que estas soluciones no son suficientes y se contempla la opción de buscar ayuda profesional. ¿Cuáles son las motivaciones que llevan a una persona a consultar a un psicólogo? ¿Cuáles son las aprensiones o dudas que aparecen con más frecuencia?

Entenderemos la psicoterapia como un proceso de ayuda psicológica que se desarrolla en un tiempo y en un espacio determinados, y que se basa en ciertos acuerdos y límites entre el terapeuta y el paciente. El puntapié es el motivo de consulta del paciente, las razones que lo llevaron a consultar. Luego, navegando por las aguas del complejo mundo emocional, se busca proporcionar alivio a un malestar o sufrimiento a través de un encuentro humano.

La forma de comprender el sufrimiento psicológico y emocional ha ido transformándose, cambiando consigo la forma que tienen las personas de acercarse a la ayuda psicológica. Para algunos, la decisión de consultar a un psicólogo es fácil. A veces, la persona busca un profesional que le pueda dar una diagnóstico claro y preciso sobre lo que le pasa –como si un diagnóstico pudiera dar cuenta de la complejidad de lo humano–, confiando en la autoridad de la ciencia. Otros recurren a los psicólogos pidiendo “tips” o herramientas para enfrentar mejor ciertas situaciones, movidos por la fe en la palabra del experto.

Por el otro lado, para otras personas pedir hora con un psicólogo es un proceso mucho más largo y difícil. Puede ser vivido como una inquietud que se va incubando por largo tiempo, hasta que la sensación de “ya no poder más” gatilla la decisión de pedir ayuda. He escuchado pacientes decir que tomar la decisión fue como “tragarse su orgullo” o “agachar la cabeza”, algo así como un gesto de humillación y derrota. Aunque a veces hay motivación para buscar una psicoterapia, también afloran múltiples preocupaciones. A veces los padres temen que el psicólogo “le meta algo en la cabeza a su hijo” y que cambie su manera de pensar. A la gran mayoría de los adolescentes los llevan obligados y la psicoterapia es más parecida al cumplimiento de una condena que a otra cosa. Muchas personas no entienden qué hacen los psicólogos –en gran parte por culpa nuestra, que envolvemos nuestro quehacer de “aire de misterio”, esquivando las preguntas del paciente acerca de nuestra forma de trabajar, nuestros objetivos y la duración aproximada de la terapia. Algunos se incomodan frente a las preguntas del psicólogo, y deciden abandonar cuando se enfrentan a temáticas que habrían preferido no ver.

Los cambios culturales han ido moldeando la forma de acercarse a la psicoterapia. En una cultura donde el éxito y la imagen son altamente valorados, nos cuesta más contactarnos con nuestros aspectos más frágiles y vulnerables, y pedir ayuda a un psicólogo puede ser vivido por el paciente o su familia como un fracaso en salir adelante de forma autónoma e independiente. La necesidad de mostrarle a los demás que estamos “súper bien” puede hacer que nos dé vergüenza decir que estamos yendo al psicólogo. Por otro lado, en una época donde la tecnología nos permite tener todo al alcance de la mano en un segundo, las personas quieren que la psicoterapia proporcione un alivio inmediato a los síntomas, cuando muchas veces el camino es bastante más largo que lo esperado por el paciente –si se quiere abordar el problema de fondo con profundidad y responsabilidad.

Respondiendo a la pregunta que nos hemos planteado inicialmente, creo que la psicoterapia sí tiene cabida en la sociedad actual, siempre y cuando nuestros pacientes estén dispuestos a hacerse preguntas sobre sí mismos y a embarcarse en el camino que nosotros les podemos ofrecer.

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